Resulta realmente dura la convivencia con una persona con depresión. Llega un momento en que el entorno ya no sabe qué hacer para que su familiar/amig@ reaccione y su paciencia se agota.

Quien tiene depresión muchas veces no encuentra las palabras para explicar cómo se siente o simplemente no es capaz de explicar lo que le pasa. Por desgracia muchas personas se sienten avergonzadas pues creen, equivocadamente, que depresión equivale a debilidad y a “falta de carácter”. Hoy voy a tratar de ayudarlas a explicar cómo se sienten y qué comportamientos de su entorno ayudan más y cuáles no:

1. No me regañes por no cambiar mi actitud. No imaginas el dolor que puedo llegar a sentir al no encontrar origen a lo que me ocurre. Sé que no tengo problemas ni una causa suficientemente importante para estar así, pero la realidad es que no soy capaz de sentirme diferente.

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La convivencia con una persona con ansiedad puede resultar agotadora y frustrante. Llega un momento en que parece que nada de lo que se haga sirve para tranquilizarla, incluso cuando se pasa una temporada en la que parece que la ansiedad por fin se ha superado… ¡ZAS! aquí está de nuevo, desgastando la relación e impidiendo hacer cosas tan normales como ir al cine, hacer la compra, salir de vacaciones o ir al médico.

Para quien sufre ansiedad a veces es difícil explicar a su entorno el martirio que supone vivir en un mundo que perciben como amenazante, así como el desafío que implica realizar actividades cotidianas. También cuesta aclarar qué comportamientos ayudan más y cuáles no. Hoy voy a tratar de echaros una mano y facilitaros esta cuestión:

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«Increíble Marta, increíble«. Así comenzaba hace unos días a contarme Luis, muy emocionado, cómo había conseguido subir a un avión para pasar unos días de vacaciones, y cómo esta vez no había aparecido el pánico y las temidas taquicardias y los pensamientos catastrofistas habían estado totalmente bajo control

Han sido semanas de entrenamiento hasta adquirir las habilidades necesarias para enfrentar su problema con éxito, pero la sensación de liberación y superación personal ha sido la mayor recompensa a todo su esfuerzo

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“¡Qué estrés tengo!”, “No aguanto más esta ansiedad”, “Con estos nervios no puedo seguir”… frases que utilizamos de forma habitual en las que no distinguimos entre estar estresados/as y ansiosos/as. Y existen diferencias entre ambos conceptos.

El Estrés aparece porque surgen unas determinadas circunstancias que lo desencadenan (un imprevisto económico al que hay que hacer frente, un problema con el niño en el colegio, una entrega de trabajo con un plazo muy ajustado…). Estas circunstancias piden una respuesta por nuestra parte.

Si consideramos que contamos con los suficientes recursos como para afrontar con éxito la situación y salir victoriosos/as (reorganizo mi economía de forma que puedo hacer frente a ese gasto con el que no contaba, confío en poder solucionar con la profesora de mi hijo el problema y sé que cuento con habilidades asertivas y de negociación, gestiono mi tiempo de forma que controlo las posibles interrupciones para poder cumplir con el plazo de entrega en el trabajo…) estaremos hablando de un Estrés Positivo o Sano, que nos ayuda a adaptarnos al medio.

Si por el contrario sentimos que no contamos con los recursos (internos y externos) necesarios para dar una respuesta adecuada a esas circunstancias, o bien esas circunstancias se alargan demasiado en el tiempo (pago el imprevisto pero no consigo recuperar mi economía, la tutoría con la profesora termina en discusión, entrego a tiempo mi trabajo y en el mismo momento me presionan con una nueva entrega) , aparece el Estrés Negativo, que favorece la aparición de problemas cardiacos y digestivos, alteraciones en el sueño, falta de concentración, síntomas de depresión, etc.

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¿Cómo saber si la ansiedad que sientes está en un nivel adecuado, a pesar de lo molesta que es, o si en tu caso se trata de un Trastorno de Ansiedad?. Principalmente te diría que te fijaras en la intensidad y en la frecuencia de tu ansiedad, y hasta qué punto interfiere en tu vida.

Todas las personas sentimos ansiedad alguna vez. Tener que entregar una documentación importante en un plazo de tiempo ajustado, esperar unos resultados que no llegan, cumplir con las obligaciones laborales y familiares … Un nivel de ansiedad mínimo nos ayuda a concentrarnos y a estar “a punto” para enfrentarnos lo más eficazmente posible a las circunstancias difíciles que se nos presentan.

Sin embargo, algunas personas pasan mucho tiempo preocupadas, notan como su ansiedad se dispara simplemente con las actividades cotidianas de su día a día, piensan frecuentemente que todo va a salir mal y tienen constantes síntomas físicos muy desagradables como mareos, insomnio, taquicardia, sensación de ahogo y falta de aire.

Es importante que quien padezca un Trastorno de Ansiedad busque ayuda para reducir o eliminar los síntomas, porque de no tratarse estos trastornos pueden tener serias consecuencias. Por ejemplo, es posible que alguien que ha tenido crisis de pánico en el trabajo empiece a tener miedo a la situación donde se han desencadenado, y en ese caso tenderá a evitarlas, por lo que el absentismo puede hacer peligrar su puesto de trabajo.

Los principales TRASTORNOS DE ANSIEDAD son:

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¡Pero mira que resulta fácil amargarnos la existencia!. Y no, no son las situaciones que vivimos ni las personas que nos rodean las que realmente nos deprimen, nos enfadan y nos generan ansiedad, sino nuestra interpretación ante esas circunstancias.

Somos responsables de Todos nuestros Pensamientos. Algunos son nefastos y sólo nos provocan dolor y sufrimiento, y a pesar de ello les hemos hecho un hueco en nuestra vida y los hemos convertido en compañeros habituales de nuestro día a día a fuerza de repetírnoslos.

En Psicología los llamamos Pensamientos Distorsionados pues lo que hacen es precisamente eso, deformar la realidad y hacer que nos equivoquemos al interpretar las cosas que nos pasan. Y lo peor es que tienen el poder de amargarnos la existencia con sólo darse una vuelta por nuestra cabeza.

Aquí tienes el Top Ten de los Pensamientos cuyo único Objetivo es Amargarte la Vida:

1. Los radicales gemelos “Siempre…”, “Nunca…” y sus primos hermanos “Todo…” y “Nada…”. Son los que te hacen traducir lo que te ocurre en términos extremistas (“Nunca me sale nada bien”, “Siempre que intento arreglarlo contigo meto la pata”, “Nada de lo que hago te importa”). Calificas tu vida como blanca o negra y te olvidas de que existe toda una paleta de colores.

2. El irresistible “No puedo dejar de pensar en…” y su equivalente “Es terrible y no lo puedo soportar”. Es la preocupación por excelencia. La que aparece nada más abrir el ojo por la mañana y lo último en lo que piensas antes de dormir. Es esa preocupación constante que en realidad no te lleva a ningún lado ni te ayuda a encontrar soluciones sino que únicamente te bloquea y te hace estar cada vez más agotada/o.

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“A mí lo que me quita el sueño son las broncas de mi jefe”…, “A mí, que estoy esperando unos resultados médicos que no llegan y tengo miedo del resultado…, ”A mí los turnos rotatorios del trabajo”…, “A mí que mi pareja y yo llevamos una temporada en la que solo discutimos”…, “A mí que no doy abasto entre el trabajo, la casa, los niños…”

Es bastante frecuente trabajar en consulta diferentes Alteraciones del Sueño (entendidas como cualquier dificultad que impida conciliar o mantener el sueño, falta de descanso, tiempo de sueño mínimo o excesivo, episodios de somnolencia durante el día, sueño desestructurado por un trastorno de nuestro reloj biológico, o cualquier otra conducta anormal relacionada con el sueño), y hace poco en una sesión me comentaron: “Tú que escribes un blog, ¿por qué no haces una entrada sobre esto?”. Y la verdad, me pareció una buena idea.

Llevamos un ritmo de vida en el que es normal que nuestro descanso se vea afectado. El problema aparece cuando esta situación deja de ser algo puntual y empieza a hacerse crónica, y la falta de sueño nocturno, o su escasa calidad, comienza a dar la cara durante el día (somnolencia, disminuye la atención y la concentración, mala memoria, baja el rendimiento laboral, irascibilidad y mal humor, etc.).

También hay que tener en cuenta que a veces lo que provoca que comiencen los problemas de sueño (por ejemplo, cambios de horario, turnos de trabajo nocturno o estrés) no es lo mismo que hace que se mantengan, pues en ocasiones el desencadenante desaparece y sin embargo el trastorno de sueño persiste (por ejemplo, si llevas varios días sin conciliar bien el sueño puedes empezar a pensar “Ea, ya no me duermo. Mañana me podrá el cansancio. Ya tengo una hora menos para dormir…”, lo que no hará sino aumentar tu nerviosismo y tu activación, lo que sólo empeorará la situación).

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El término Personalidad Resistente al Estrés (Hardiness o Hardy Personality) fue acuñado por la psicóloga Suzanne Kobasa, siendo un concepto clave en la Psicología social del estrés y la salud y dentro de la corriente de la Psicología que trabaja la salud y no la enfermedad.

Las personas con este tipo de personalidad suelen tener menos estrés, toman los diferentes obstáculos de la vida como retos que son posibles de superar y se sienten más satisfechas en general independientemente de los éxitos que alcanzan.

Este estilo de personalidad resistente al estrés se describe por tres componentes básicos:

• Compromiso (commitment): es la habilidad que hace que una persona se implique en cualquier actividad de su vida (personal, laboral, social) creyendo en ella misma, en sus habilidades y competencias, y dando valor e importancia a cada situación a la que se enfrenta. Además incluye un sentimiento de apoyo social, pues las personas con la cualidad del Compromiso consideran que son capaces de ayudar a otras personas que estén en situaciones de estrés. Todo esto hace que quien tiene esta habilidad de Compromiso, al detectar una situación de estrés en cualquiera de sus áreas vitales, la viva con un nivel menor de amenaza y sienta que es posible afrontarla de forma exitosa.
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La resiliencia es la capacidad que tienen las personas de sobreponerse e incluso salir reforzadas antes las adversidades de la vida (un problema grave de salud, serias dificultades familiares, laborales o económicas, etc.).

En psicología se suele utilizar la metáfora de los juncos para explicar la resiliencia: Cuando el caudal de un río sube abundantemente, los juncos que están en ese río se doblan, sin llegar a romperse, y luego vuelven a su posición inicial cuando las aguas recuperan su nivel habitual.

¿En qué se basa entonces la resiliencia?. Pues en resistir una experiencia adversa y recuperarse de la misma. Ser capaz de encajar una situación trágica o condiciones de vida difíciles y seguir funcionando de forma natural en tu vida cotidiana. Esto no significa que no se sientan emociones negativas (dolor, tristeza, ira, impotencia o miedo) sino que se tendrá una mayor facilidad para adaptarse y recuperarse de las vivencias negativas.

Un ejemplo de una fuerte resiliencia es

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Si sueles pensar “Ojalá el día tuviese más de 24 horas”, y aunque nadie niegue que tengas muchas cosas que hacer, seguramente no te estás organizando tan bien como podrías. En palabras del exitoso empresario Ricardo Semler “Si eres capaz de enviar emails profesionales el domingo, pero no sabes organizarte para ir al cine el lunes por la tarde, tu vida está desequilibrada”. El tiempo es oro y el problema no está en tener pocas horas para hacer nuestras tareas sino en no saber rentabilizar nuestro tiempo para que sea más fructífero, más satisfactorio y más productivo.

A continuación se ofrecen 9 estrategias que, si las cumples, esta vez pensarás “¡Lo que me ha cundido el día!”. Eso sí, si no estás realmente convencida/o de comprometerte a cambiar ciertos hábitos y a adquirir otros nuevos, mejor no sigas leyendo.

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