¿Quién ha dicho que no se puede llorar?, ¿o que no debemos enfadarnos?. ¿En qué momento aprendimos que no está bien mostrar debilidad o que huir es de cobardes?.
Hoy llamo a la ¡¡Rebelión Emocional!!. Vamos a plantarle cara a esas ideas que tenemos de que determinadas emociones son malas, pavorosas, que no hay que sentirlas y mucho menos expresarlas.
Yo confieso que la tristeza es mi amiga, que no me da miedo que el miedo me acompañe y que a veces a la irá la invito a un café (descafeinado eso si, que ya viene ella sola suficientemente alteradilla como para soliviantarla más).
Un día decidí que no iba a rechazar más esas emociones desagradables, ni a tratar de ignorarlas ni de escapar. Un día me di cuenta de que cuanto más intentaba no pensar en ellas con más fuerza aparecían. Y ese día acepté el reto: decidí conocerlas, entender de dónde venían y por qué yo no las quería, saber cuáles eran sus verdaderas intenciones y, puesto que ya había comprendido que aunque no las quisiera no iban a irse, averiguar la mejor forma de relacionarme con ellas.
Desde aquel día vivo mucho mejor. Tengo mayor sensación de bienestar, de tranquilidad, y sobre todo, siento que tengo más control sobre mi vida, ¡mucho más!.
Voy a contaros qué es lo que descubrí…
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