Empatía
11 de noviembre de 2017 Escrito por Marta Cañeque Competencia Social, Inteligencia Emocional 0 comentarios en “Empatía”Nos gusta pensar que somos muy empáticos/as. Pero, ¿tenemos claro realmente lo que es la empatía?
Nos gusta pensar que somos muy empáticos/as. Pero, ¿tenemos claro realmente lo que es la empatía?
Casi de un día para otro, los hijos adolescentes empiezan a fijarse en los chicos y chicas del sexo opuesto, que hasta ese momento les resultaban indiferentes. Empiezan a sentir nuevas sensaciones, difíciles de manejar a su corta edad. Llegan los primeros amores y los padres presencian en ocasiones entre sobrecogidos y sorprendidos los nuevos acontecimientos en la vida de sus hijos. Primero tuvieron que aceptar que los amigos se habían convertido en la prioridad en la vida de sus hijos., pasando ellos a un segundo, incluso tercer puesto. Y cuando más o menos tenían esto asumido, son reemplazados por el novi@. Pero todo esto es normal, indica Elena Escribano, psicoterapeuta del centro de psicología Álava Reyes. «La adolescencia es una época de cambios, y el paso de la infancia a la vida adulta no siempre es fácil». A su juicio, sería bueno hacer hincapié en que el inicio de la adolescencia no sólo está marcado por cambios anatómicos y fisiológicos, sino también por un proceso psicológico, de crecimiento personal, social y emocional. «Es una etapa fundamental en el desarrollo personal que, en muchas ocasiones, está marcada por momentos de sufrimiento y desorientación», explica. Y que además, continua, «no son solo momentos difíciles para el joven. También surgen situaciones complicadas de manejar para padres y educadores, que observan esa gran transformación y se ven obligados a cambiar sus estrategias educativas. Una de ellas podría ser cuando esa pareja elegida no se corresponde con lo que nosotros habíamos soñado siempre para nuestra descendencia».
¿Qué hacer cuando llega este momento a nuestras vidas, y la persona elegida para mantener una relación sentimental no es como los padres esperaban? Para empezar, debemos preguntarnos los motivos por los que no nos gusta la pareja de nuestro hij@, prosigue esta experta. «Sería bueno analizar si son planteamientos clasistas, económicos, personales, etcétera», enumera Escribano. «Deberíamos tener claro —prosigue la psicóloga Marta Cañeque, del gabinete de Psicología A & P—, el motivo por el que no nos gusta la pareja que ha escogido nuestro hijo/a: si es porque no coincide con la imagen que inevitablemente nos habíamos imaginado del/a que sería su novio, si no nos gusta su forma de vestir, sus estudios… o porque consideramos que es una compañía «tóxica»». En este último caso, como apunta Escribano, si la relación puede poner en riesgo real al menor se demandarían actuaciones más rotundas. «Con esto me estoy refiriendo a relaciones en las que nuestro hij@ pueda estar en riesgo de iniciarse en el mundo del alcohol, las drogas, los robos… etcétera», aclara.
Mindfulness puede traducirse como “atención plena” o “conciencia plena”, aunque la palabra más utilizada en la práctica cotidiana es “meditación”.
En palabras de Guy Armstrong (profesor en el Insight Meditation Society, con formación y experiencia en meditación desde los años 80) significa “saber lo que estás experimentando mientras lo estás experimentando”. Es la habilidad que nos ayuda a ser capaces de prestar atención al presente y aceptarlo sin juzgarlo. Normalmente nos preocupamos en exceso tanto del pasado como del futuro. Por un lado, damos muchas vueltas a lo que ya nos ha sucedido, y por otro, no dejamos de anticipar lo que ocurrirá en el futuro. Esto hace que no nos detengamos con facilidad en el ahora y que nuestra mente esté continuamente intranquila y alterada, lo que puede llegar a traducirse también en agitación física.
La práctica de Mindfulness no es nada nuevo en la tradición budista. Tampoco en la Psicología y en la Medicina, que hace más de treinta años que han incorporado este concepto en su aplicación terapéutica, sobre todo en el tratamiento del estrés, en los trastornos del estado de ánimo y en los trastornos de ansiedad.
Sin embargo para las empresas está siendo una verdadera revolución. Ejemplo de ello es que la influyente revista americana TIME le dedicaba su portada el pasado mes de Febrero y analizaba cómo mantener la atención en nuestro actual entorno laboral multitarea y altamente estresante, en el que contamos con múltiples y constantes interrupciones.
Como dijo Cicerón, “una cosa es saber y otra saber enseñar”. Hasta la materia más interesante puede hacernos bostezar de aburrimiento si nos la cuentan de forma monótona y excesivamente técnica, y hasta la teoría más compleja y pastosa se puede transformar en una tarde divertida a manos de quien sepa conectar realmente con su auditorio.
Hay que conocer la materia. No vale estar improvisando ni rellenando espacios con paja. Las personas que están dedicando unos minutos, cuando no horas, de su vida a escucharte se merecen mucho más. Debes ser profesional, y no sólo serlo, debes parecerlo. Desde que saludas y agradeces la atención (por qué dejarlo para el final) hasta que das por concluida la sesión. Ni vale ser Einstein en tus conocimientos pero inaccesible para quien te escucha, ni ser un vendedor de humo ni una charlatana, en donde lo único que tienes es un piquito de oro y un mensaje vacío.
A continuación se enumeran 12+1 claves que te acercarán a la excelencia docente. Tenlas presentes y te asegurarás que quien te escucha se sienta encantado/a de haber empleado su tiempo con provecho en una de tus sesiones. Y si tu auditorio está plenamente satisfecho, tú has triunfado.
¿Recordáis la película de finales de los años 80 «La guerra de los Rose«, dirigida por Danny DeVito?. Al comienzo de una relación suele darse un intercambio equilibrado de palabras y acciones agradables y deseables entre ambos miembros de la pareja. Todo se vivencia con un gran placer y satisfacción y no se suelen escatimar los momentos para gratificar a la otra persona. El paso del tiempo hace que la relación se serene e incluso que pueda aparecer la rutina y el desgaste, haciendo que la calidad y cantidad de interacciones positivas se resienta.
Las parejas en conflicto, en comparación con las parejas satisfechas con su relación, responden más rápidamente a los elementos negativos (un mal gesto, una palabra fuera de lugar) y responden con menor frecuencia ante los hechos positivos (un comentario agradable, un acercamiento para iniciar una relación sexual).
(Gran viñeta de Quino para ilustrar esta entrada)
Podemos pensar que lo estamos haciendo bien, que somos personas educadas, sociables, sin ninguna dificultad a la hora de estar con los demás. “Yo me llevo bien con todo el mundo”, “Si a alguien no le gusta cómo soy, es su problema”.
Eso piensa Miguel, muy seguro de ser una persona simpática y divertida, alguien con quien cualquiera estaría encantado/a de tomarse un café y echar un ratillo. Aunque el caso es que en el trabajo le cuesta que alguien aproveche su descanso para tomarse ese café con él. ¡Y no será porque no invita veces!. Pero es que la gente siempre va a lo suyo, siempre están liados/as o tienen una llamada que hacer o “es que voy a acercarme con fulanito a mirar una cosa rapidito, otro día de verdad”. Y eso que muchas veces sólo quiere comentar el último partido de su equipo, ¡si a todo el mundo le gusta hablar de fútbol!.
A veces, estando con otra persona, nos encontramos con el dilema de actuar como realmente deseamos o como lo que creemos que está esperando de nosotros/as.
Un caso muy típico es cuando nos piden que hagamos algo que no queremos, y nos encontramos con que si aceptamos nos sentiremos mal por ir en contra de lo que deseamos, pero si nos negamos podemos sentirnos igualmente mal si la otra persona se siente rechazada o se molesta. Es una lucha entre lo que “quiero” y lo que entiendo que “debo” hacer en ese momento respecto a la otra persona.
Hay quien puede valerse de esos sentimientos negativos para intentar manipularnos y que terminemos haciendo lo que desea. A veces dejamos que esto ocurra para evitar sentirnos mal con nosotros/as mismos/as y no sentirnos culpables por no hacer lo que se supone que se está esperando por nuestra parte.