(Gran viñeta de Quino para ilustrar esta entrada)
Podemos pensar que lo estamos haciendo bien, que somos personas educadas, sociables, sin ninguna dificultad a la hora de estar con los demás. “Yo me llevo bien con todo el mundo”, “Si a alguien no le gusta cómo soy, es su problema”.
Eso piensa Miguel, muy seguro de ser una persona simpática y divertida, alguien con quien cualquiera estaría encantado/a de tomarse un café y echar un ratillo. Aunque el caso es que en el trabajo le cuesta que alguien aproveche su descanso para tomarse ese café con él. ¡Y no será porque no invita veces!. Pero es que la gente siempre va a lo suyo, siempre están liados/as o tienen una llamada que hacer o “es que voy a acercarme con fulanito a mirar una cosa rapidito, otro día de verdad”. Y eso que muchas veces sólo quiere comentar el último partido de su equipo, ¡si a todo el mundo le gusta hablar de fútbol!.
Y Elisa. Que llama a Lidia todos los días para preguntarle qué tal el día y charlar un ratito de madre a hija. Pero Lidia le contesta muy a menudo “Mamá, ahora no puedo hablar. Déjame que termine y luego te llamo”. Es verdad que no le gusta que le diga lo que tiene que hacer, no le ha gustado desde niña pues siempre ha sido muy independiente, pero ella sólo se preocupa porque todo esté bien. Y la llama porque sabe que seguro que si fuese por Lidia no le devolvería las llamadas.
Y Jaime. Recién licenciado en magisterio y que ha encontrado su primer empleo en un colegio. Pero los padres y las madres con quienes tiene tutoría parecen no querer escuchar lo que les tiene que contar sobre cómo transcurren las clases. Y, aunque en la carrera siempre les han dicho que es muy importante crear un clima agradable en estas entrevistas, se pone muy nervioso cuando llegan con sus caras serias y él no sabe qué pasa pero no consigue tratar el tema sin que el ambiente esté tan tenso. Y eso que empieza diciéndoles que hay poco tiempo y que él tiene más citas después, para que vean lo importante que es hablar con el tutor. Pues no funciona.
Errores de los que puede que no seamos conscientes pero que minan nuestras relaciones, que hacen que los demás sientan incomodidad, cansancio, falta de interés y que incluso provoquen que no se sientan a gusto a nuestro lado.
Error 1. No mostrar interés por los gustos y preocupaciones de la otra persona
No hables sólo de ti. No cuentes únicamente, ni siempre en primer lugar, lo que te ha ocurrido. ¿Quieres que muestren interés por ti?, comienza mostrando tú interés en los demás.
Error 2. No dirigirte a ella por su nombre
Escuchar cómo pronuncian nuestro nombre nos encanta, nos resulta agradable y hace que sintamos que se nos valora y que somos importantes.
Error 3. Confundir diálogo con monólogo
Si realmente quieres conversar, eso implica que debes ser interlocutor/a (quien habla) y receptor/a (quien escucha) casi casi a partes iguales. Ambos papeles son fundamentales, aunque normalmente pensamos que conversar es sólo hablar, y que hablar se hace sólo con palabras y esto es una gran equivocación.
Error 4. No prestar atención a las señales que nos mandan
A veces a la otra persona le falta ponerse un cartel luminoso para indicarnos que quiere hablar o que tiene que finalizar la conversación porque se le hace tarde. Este error está muy relacionado con el anterior. Si pensamos que dialogar es sólo utilizar palabras no prestaremos atención al resto de la conversación: hay muchas cosas que se dicen con la mirada, con los gestos, con el tono de voz… y si no les prestamos atención nos estamos perdiendo parte de la información. Por ejemplo, si mientras hablamos la otra persona no para de mirar el reloj puede ser una forma de decirnos que tiene prisa, que te estás extendiendo demasiado en lo que le estás contando, que está perdiendo interés o que simplemente quiere finalizar la conversación. Si ignoramos esa señal, si no somos capaces de “leerla” o si nos da igual porque en ese momento nuestra prioridad es seguir hablando, seguramente las emociones de esa persona serán negativas (aburrimiento, desinterés, nerviosismo) y puede ser que la próxima vez que nos vea intente escabullirse para no tener que pasar por lo mismo (“¡Ahí está!. Que no me vea, que no me vea…”).
Error 5. Interrumpir
Sabemos que tienes ganas de hablar, que lo que tienes que decir lo consideras importante, que quieres dejar clara tu opinión, que quizás no estás de acuerdo con lo que te están diciendo, que te acabas de acordar de una cosa que tiene relación con lo que estáis hablando (o no) y no quieres que se te olvide decírselo… ninguna de estas razones suele ser suficiente para interrumpir a una persona que nos está contando algo. Si lo hacemos le mandamos un mensaje entre líneas: no me interesa lo que me estás diciendo o no es lo suficientemente importante para mí. Y a nadie le gusta sentir esto ¿verdad?.
Si evitamos estos cinco errores seremos de esas personas con las que charlar se convierte en algo agradable y atractivo, y nuestras relaciones personales mejorarán.
Pistas
- Obsérvate durante unos días en tus conversaciones con los demás. Cuando hayáis terminado respóndete a las siguientes preguntas: ¿He pronunciado el nombre de la otra persona en algún momento?, ¿le he preguntado cómo está, cómo le va o por algún tema suyo?, ¿le he interrumpido?, si pensara en porcentajes ¿cuánto he hablado yo y cuánto ella?
- Quizás estos errores también se le pueden aplicar a la persona con la que hablas pero tú debes procurar cambiar aquello sobre lo que realmente tienes control: tu conducta.
Idea Clave
Si nos gusta estar con gente tenemos que hacer que a los demás también les guste estar con nosotros/as. Cuidar nuestra forma de conversar es fundamental para lograrlo.
¿Te gustaría tener una Sesión de Psicología?
Prueba la psicología Online (email, videoconferencia) fácil, cómoda y eficaz.
Ponte en contacto conmigo y te informaré sin compromiso
email. marta@psicoemocionate.com telf. (+34) 622.595.544
Aún no hay comentarios. ¿Te gustaría añadir uno?