Todas las personas sentimos dolor cuando la realidad nos golpea con rudeza, cuando no coincide con nuestros deseos, cuando las cosas no suceden como nos gustaría. La clave para no aumentar nuestro malestar reside en cómo nos relacionamos con ese dolor
Algunas personas se sienten solas en su sufrimiento, entran en una especia de bucle de dolor y éste va aumentando y aumentando hasta que algunas veces hasta respirar es angustioso. Otras personas, sin embargo, parecen como si digirieran de forma diferente su malestar y son capaces de continuar con su vida, alejándose poco a poco del dolor. ¿De qué depende una u otra reacción?
La clave reside en entender que no podemos evitar sentir dolor pero que no tenemos por qué convertirlo en sufrimiento. Y esto es lo que hacemos cuando nos negamos a aceptar una parte de nuestra vida, o de nosotros/as mismos/as, que no nos gusta, cuando nos obcecamos en que las cosas sean distintas a como son y cuando no reconocemos que la vida en ocasiones es dolorosa e injusta
Hay una ecuación que explica esto de forma muy sencilla: Sufrimiento = Dolor + Resistencia
La resistencia es no aceptar lo que ocurre. Es entrar en una guerra (perdida desde el primer momento) entre cómo creo que “tienen” que ser las cosas y cómo son en realidad
La gran dificultad radica en que muchas personas creen que aceptar una situación dolorosa o adversa significa rendirse, renunciar. Recientemente me decían en una sesión “Pero yo no quiero estar así. Es que no puedo ni pensar en estar así”. He aquí la resistencia haciendo de las suyas e intentando que esta persona huya de la realidad
De lo que se trata es de aceptar lo irremediable y mejorar lo posible. Es como si hiciéramos dos montones y en uno pusiéramos aquellos aspectos de nuestra experiencia vital que podemos cambiar y en el otro aquellos que no es posible modificar o eliminar, o que este cambio no depende de nosotros/as
Cuando acepto un hecho adverso que no puedo cambiar no hago desaparecer el dolor, pero no lo intensifico añadiéndole frustración, ansiedad o ira. Sigo sintiendo dolor pero desde un estado de mayor tranquilidad, lo que me va a permitir tomar mejores decisiones. Puede resultar paradójico, pero es al aceptar el dolor cuando éste empieza a desaparecer
Pistas
- Cuando ante una situación dolorosa sientas que quieres evitar lo que sientes, que quieres escapar de la realidad, ante todo ten presente que esa reacción es natural. Limítate a ser consciente de tu malestar sin luchar contra él, porque por mucho que niegues la realidad ésta no va a cambiar sólo porque a ti te hace daño. Cambia del modo pelea (en el que sitúas la realidad frente a ti) al modo acompañamiento (en el que la colocas a tu lado) diciéndote algo como “las cosas son como son”, “la realidad es así”…
- Gestiona con eficacia tus exigencias. Identificarlas es bastante sencillo, aparecen como un “Tengo que”, “Debería de”, “Necesito”. A continuación coge papel y lápiz y haz dos columnas: en la primera escribe lo que no depende de ti (cambiar el pasado, me han detectado un cáncer, que mi expareja se enamore de nuevo de mí) y en la segunda lo que depende de ti (aprender a gestionar mi estrés, seguir las recomendaciones médicas, hablarme con amabilidad y compartir más tiempo con las personas que me demuestran su cariño y aprecio). Tus exigencias te hacen centrar tu energía en la primera columna, cuando lo indicado es que aceptes lo que aparece en ella y centres tus recursos en lo que realmente depende de ti. Es poner en práctica que hay que aceptar lo irremediable y mejorar lo posible
Idea clave
Al afrontar cualquier adversidad y aceptar el dolor que esa vivencia nos provoca, por muy dura que ésta sea, es cuando el dolor empieza a desaparecer y cuando podemos crecer a partir de nuestra experiencia
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2 comentarios en “Aceptar el Dolor para Eliminar el Sufrimiento”
Muchas Gracias una vez más por estas estupendas recomentaciones. Si me permites, me gustaría incluir una frase que me gusta mucho y que creo que está muy relacionada con tu exposición. Dice así: «Que Dios me conceda SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar; VALENTIA para cambiar las que si puedo; y SABIDURIA para ver la diferencia»
Un fuerte abrazo
«Serenidad, Valentía y Sabiduría», muy acertado ; )
Un abrazo!