Hace poco publiqué un mensaje en las redes intentando dejar claro que la única opción válida para incorporar un nuevo hábito en nuestra vida (muchas veces en sustitución de otro nada saludable) consiste básicamente en Practicar y Repetir… y practicar y repetir, practicar y repetir, practicar y repetir…
Y no, no me he rayado. Pero es que es frecuente encontrar en las consultas de psicología personas que comentan que “no avanzan”, “no encuentran mejoría” o “no notan que la terapia esté funcionando”. Y al indagar sobre qué está pasando (mientras tu cabeza comienza a repasar rápidamente posibles causas y alternativas, estrategias que aún no se han utilizado, cuestionando tu propia labor incluso) te encuentras con un “si te digo la verdad no he hecho los ejercicios que acordamos”, “no he encontrado tiempo para ponerme”, “¡mira que me he esforzado!, lo hice un par de veces pero yo es que no veo que funcione”… Y aquí es donde toca romper el mito de la terapia como fuente instantánea de felicidad y bienestar, y el del psicólogo/a como un ser milagroso que consigue con unas solas palabras que la vida de alguien gire por completo haciendo que todas sus piezas encajen asombrosamente
Porque mira, no. Si eres una de esas personas que esperas que con dedicar 60 minutos a contar tus dificultades en una sesión es suficiente para estar bien, te digo directamente que NO. Las charlas con el objetivo simplemente de desahogarse son las que se hacen con los amigos. Y si eres de los/as que esperan que los y las psicólogas nos saquemos de la manga un discurso mágico que termine con un “y esto que te pasa se debe a ….” y que con eso simplemente tu malestar desaparezca, también te digo que NO
Y siento que no sea tan fácil, pero es que aquí está el quid de la cuestión: que no es tan fácil. Se necesita esfuerzo y dedicación por tu parte, porque en las consultas vas a obtener las herramientas necesarias para modificar lo que te ocurre, para aceptar y afrontar eficazmente la adversidad, para alcanzar el bienestar. Pero tiene un precio: tu esfuerzo y tu constancia
Normalmente suelo explicarlo así: somos dos personas recorriendo un camino con un objetivo común, tu bienestar. Hay una parte del camino que me toca recorrer a mí como profesional, y te aseguro que como muchos compañeros y compañeras de profesión intento dejarme el pellejo con cada caso particular, pero hay otra parte del camino que te toca recorrer a ti. Y no se hace solamente durante los 60 minutos de tus sesiones semanales (o quincenales o mensuales, según en qué punto te encuentres), sino que tienes que entrenar, y entrenar duro, el resto de minutos de la semana que no compartimos
Imagina que decides apuntarte al gimnasio para tonificarte (¡bravo!) y, después de una evaluación sobre tu estado físico, te ponen una tabla completísima de ejercicios. Pero tú decides hacer sólo algunos porque otros “no te motivan”. Te pones menos peso o haces menos repeticiones de las que te han indicado porque si no “es muy cansado”. Y vas a entrenar únicamente “cuando te apetece o consigues sacar un rato”. ¿Te extrañarías si después de unas semanas tu estado físico no ha mejorado nada y sin embargo la determinación con la que llegaste al gimnasio el primer día se ha reducido a niveles por debajo del subsuelo?
Pero eso sí, quien decide remangarse y ponerse manos a la obra, quien acepta el reto y le planta cara a las ganas de abandonar por el esfuerzo que supone ser constante, quien “manda lejos” a la impaciencia por querer cambiar actitudes y comportamientos mantenidos durante años en cuestión de días/semanas, quien decide que la mejor fórmula es COMPROMISO + ESFUERZO + ENTUSIASMO esa persona SÍ que avanza, SÍ que logra objetivos y SÍ que es una experiencia maravillosa acompañarla como psicóloga en ese proceso
Y si hay muchas personas así, ¿por qué no vas a ser tú una de ellas?
Para ayudarte a “no tirar la toalla a no ser que estés en la playa”, aquí tienes unos consejos:
- Acostúmbrate a la molestia. Ni siempre se pueden hacer las cosas que apetecen ni para conseguir los resultados que esperas todo tiene que ser fácil y cómodo
- Prémiate por el esfuerzo. Resérvate una recompensa para cuando venzas a la pereza y a la impaciencia y te pongas manos a la obra. Puedes empezar con algo “material” (una onza de chocolate, un baño calentito, ir al cine a ver esa peli de estreno…) y luego puedes ir pasando a un premio más “interno” (decirte con orgullo un “¡hecho!, me siento genial porque es por mi bien”, recordar una cualidad tuya que te está echando una mano, como que “gracias a mi responsabilidad esta semana no he fallado ni un día”…)
- Organízate. Concreta exactamente lo que vas a hacer y planifica cómo y cuándo vas a ponerte a ello Esto te facilitará bastante las cosas
- Abandona el “de perdidos al río”. Es muy fácil sucumbir a la tentación de abandonar definitivamente si un día no te pones al lío como estaba previsto. Mejor prepara de antemano lo que puedes decirte y lo que puedes hacer para animarte si se da el caso
- Ten presente lo que quieres conseguir. Para qué acudiste a terapia, cuál/es son tus objetivos, cómo quieres que sea tu vida en adelante. Ponlo todo por escrito y remátalo con un ¡el esfuerzo merece mucho la pena!
Pistas
- Hay otras razones por las que puede no llevarse a cabo lo que se trabaja durante las sesiones, pero en esta entrada me he querido centrar en las veces en que se abandona por falta de esfuerzo, pereza e impaciencia
- No te permitas no lograr tu objetivo por falta de empeño. Abandona las justificaciones (¡sabes que no te las crees ni tú!) y métete en la cabeza que ¡la voluntad también se entrena!
- Hay una verdad como un templo que puedes repetirte para insuflarte ánimo: el Esfuerzo Tiene Premio
Idea clave
Aprovecha de verdad las herramientas que te ofrece la terapia y no consientas no lograr tus objetivos por falta de ahínco y tesón
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