Si me hago un arañazo en la mano, desinfecto la zona y me aplico una tirita. Pero, ¿y si ese arañazo es en el corazón?. A diario sufrimos más heridas emocionales que físicas y sin embargo nuestro botiquín emocional anda un poquito escaso
Del mismo modo, nos encontramos personas queridas golpeadas por una pérdida, la sensación de fracaso, la inseguridad, los pensamientos negativos persistentes, etc, y o no sabemos muy bien cómo actuar o nuestras buenas intenciones no consiguen el alivio que pretendíamos
A continuación, 10 consejos sobre Primeros Auxilios Emocionales, para que les vayas haciendo sitio entre los algodones, gasas y antisépticos
- Reconoce una herida emocional cuando aparece: hay miradas que suspiran, silencios que gritan, despistes que cuentan historias… presta atención a los detalles, a los cambios sin motivo aparente. Cuando nos damos un golpe físico el moratón tarda unas horas en salir, pero no significa que mientras no duela. Cuando se trata de un golpe emocional pasa lo mismo, y no siempre se reacciona o se cuenta directamente
- Acompaña: que tu presencia se sienta de verdad, no sólo físicamente sino emocionalmente. Deja lo que estés haciendo, siéntate a su lado, gírate hacia esa persona. Pon el móvil en silencio, deja a los niños jugando. Y si en ese momento no es posible, hazle saber que vas a buscar un rato sólo para estar con ella, porque para ti es importante. Y hazlo
- Escucha: fundamental. En ocasiones no hace falta ni siquiera hablar. Hay un «silencio activo», ése en el que le demuestras que tiene toda tu atención y que para ti es importante saber qué le ocurre, es un elemento que no debe faltar
- Habla desde el equilibrio: cuando nos sentimos heridos/as nuestro cuerpo se resiente y nuestra mente se vuelve negativa, catastrófica y muy autocrítica. Una buena forma de aliviar y ayudar a que esa persona no se aleje de la realidad es recordarle aquellos elementos que su malestar le está haciendo pasar por alto (por ejemplo, alguien que se siente mal porque ha cometido un error en el trabajo puede estar centrando su atención sólo en aquellos aspectos más débiles de su desempeño e ignorando los momentos en los que ha actuado de forma profesional y eficaz)
- Ofrece: mejor que decir lo que debería hacer o lo que tú harías en su lugar es preguntar “¿qué puedo hacer por ti?”
- Permítele su propio ritmo: algunas personas son más lentas y otras más rápidas en desahogarse o calmarse. Y también influyen las circunstancias. No intentes acelerar el proceso, permite que los sentimientos y el consuelo fluyan de forma natural
- Ayuda a expresar lo que siente: recuerda que las emociones no son ni buenas ni malas, simplemente son. Otra cosa es lo que hacemos con ellas. A veces nos sentimos mal simplemente por estar experimentando una emoción que creemos que no “deberíamos” sentir. Deja que la otra persona diga lo que siente, sea lo que sea y no minimices o rechaces su dolor
- Gestiona tus propios sentimientos: en ocasiones nos sentimos violentos/as por ver a otra persona llorando o inquieta, y tratamos de hacer desaparecer nuestra incomodidad eliminando su comportamiento (“Venga, no llores más, ya está”). Recuerda que expresar emociones de una forma adecuada es sano y deseable
- Respeta: lo que siente la otra persona, aunque no lo compartas o aunque tú en su lugar te lo estuvieras tomando de una forma diferente
- Trata con Compasión: ojo, ¡no con pena!. La compasión es acercarte a la otra persona desde la amabilidad, reconociendo la lucha que está teniendo y ofreciendo consuelo y apoyo
Pistas
- Todos/as podemos aligerar la carga emocional de alguien que está pasando por un mal momento, con cariño y respeto
- Compartir nuestra vulnerabilidad nos acerca, nos hace mostrar nuestro lado más sensible y humano
Idea Clave
Cualquier herida emocional requiere unos cuidados, evitando que se infecte y se complique, y ayudando a sanarla y a recuperar el equilibrio.
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