No es cuestión de estar de acuerdo en todo, pero sí de intentar mejorar nuestro entendimiento
Desacuerdos y conversaciones difíciles vamos a tener continuamente. De nuestra habilidad para hacer frente a estas situaciones va a depender en gran medida que nos tiremos los trastos a la cabeza y nos alejemos, al menos emocionalmente, de otras personas o que por el contrario podamos desenvolvernos, en aquellas situaciones que nos enfrentan, sin dañar y sin enturbiar las relaciones con los demás
9 MOTIVOS POR LOS QUE CONVERTIMOS DESACUERDOS EN DISCUSIONES
» El contenido es lo de menos. Aquí lo que importa es quién tiene razón
Hay un momento en la conversación en el que el tema en sí pasa a un segundo plano y nos situamos frente a la otra persona como en un ring, dispuestos/as a comenzar una batalla en la que sólo puede haber un/a ganador/a. En ocasiones llevar razón no sirve de mucho
Un ejemplo personal. Actualmente me gustaría que alguien a quien quiero mucho deje de fumar. En este caso, la salud está de mi lado. Pero por mucho que yo tenga razón y que sea lo mejor para su bienestar, empeñarme en demostrar que la tengo no va a hacer que deje el tabaco
» Yo pienso que tú eres el problema. Y tú piensas que el problema lo tengo yo
Ver a la otra persona como el enemigo no nos va a ayudar a resolver problemas. Y son muchas las ocasiones en que, pensando diferente, tenemos que tomar una decisión conjuntamente. Esto no es una película de indios y vaqueros. La mayoría de las veces ambos vamos a tener parte de razón
» No aceptamos que puede haber versiones diferentes sobre una misma cuestión. Defendemos nuestro punto de vista como si fuese LA VERDAD absoluta
Todos tenemos unas normas que nos guían sobre cómo “deben” y “no deben” ser las cosas y los comportamientos de las personas. En principio estas normas están bien, nos ayudan a tener cierto orden y a comportarnos según nuestros valores y creencias. Pero eso no significa defenderlas como fanáticos/as sin cuestionarnos que otras formas de ver el mundo también pueden ser correctas (En tu casa se almorzaba con servilletas de papel y en la mía eran de tela. Ahora vivimos juntos. ¿Qué es más útil?. ¿tratar de imponer cada uno nuestra versión?, ¿o plantearnos cuál es la mejor solución?)
» No rechazamos los argumentos, rechazamos a la persona
Cuando lo que nos dicen no nos gusta en vez de centrarnos en ese argumento sacamos una conclusión general y etiquetamos a la persona (“Me resulta difícil imaginarme sin comer nada de carne como haces tú” se convierte en “¡Eres una extremista!”)
» Exigimos que nos entiendan pero no hacemos ningún intento por comprender
“No me estás escuchando”, “Si te pusieras un momento en mi lugar te darías cuenta que no es eso lo que estoy diciendo”, “No te estás enterando de nada”… frustración, impotencia, rechazo son sensaciones comunes cuando no hay empatía en la conversación. Si primero no nos sentimos comprendidos/as será prácticamente imposible que ni siquiera nos planteemos ceder o cambiar. Pues lo mismo si es lo que hacemos con quien tenemos en frente
» Creemos que aceptar la versión de la otra persona implica renunciar a la nuestra
Si estamos convencidos/as de que nuestra versión es coherente nos puede resultar muy difícil pararnos a escuchar lo que la otra persona tiene que decir, especialmente si difiere de la nuestra. Hay quien escucha incluso negando con la cabeza. Reconocer la otra postura no significa necesariamente aceptarla, pero si es una forma de acercarnos
» Damos por hecho que sabemos “sin lugar a dudas” lo que piensa y siente el otro
La de veces que no sabemos con seguridad qué sentimos o que nos enredamos con nuestros propios pensamientos. Pero eso sí, cuando se trata de los demás ¡somos unos linces!. Cuando se trata de interpretar el “mundo interno” de otras personas pasamos de la suposición a la aseveración. Error. Y de los gordos
» Interpretamos una opinión diferente a la nuestra como un ataque personal
Nos cuesta mucho escuchar una opinión negativa sobre nosotros/as porque eso cuestiona nuestra identidad. Si lo que nos dicen no se corresponde con la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as vamos a tratar de defendernos
El problema está cuando la otra persona no nos está criticando a nosotros sino que simplemente está diciendo que no comparte la visión que tenemos sobre un tema. Las personas que tienden a ver la vida en términos de blanco y negro y que son más extremistas suelen ser más vulnerables a este tipo de conversaciones y suelen responder con un ataque
» Tratamos de dejar a un lado los sentimientos para ser “lo más racionales posible”, pensando que así la conversación será más real
Las emociones forman parte de nuestra vida, no se pueden excluir a nuestro antojo. Pensamos que dejar a un lado lo que sentimos facilita las discusiones. Sin embargo, es mucho más inteligente incluir las emociones en las conversaciones de una forma saludable. Entre otras cosas, aceptando lo que sentimos, sin avergonzarnos de ello, dejando de cuestionar lo que siente la otra persona, expresando lo que sentimos describiéndolo y no traduciéndolo en etiquetas (“Me siento decepcionada por lo que ha pasado” es más positivo que soltar un “¡Qué me dejes! ¡Sólo eres un egoísta!”)
Pistas
- El primer paso para resolver un desacuerdo es hacer un esfuerzo consciente por entender el punto de vista de la otra persona. Y después, ayudarla a que comprenda el nuestro
- Se nos olvida que sacamos conclusiones diferentes porque tenemos información diferente (los datos con los que contamos son excesivos, por lo que terminamos prestando atención a unos sobre otros) que interpretamos cada uno/a a nuestra manera (influenciados por lo que nos gusta/disgusta, por nuestras experiencias pasadas, por nuestro estado de ánimo en el momento de la conversación, etc)
Idea clave
Opinar diferente, tener desacuerdos, no tiene por qué terminar necesariamente en pelea. Conocer el punto de vista de la otra persona, expresar sus opiniones y sentimientos sin etiquetar y plantear resoluciones conjuntas es mucho más eficaz que mantenerse obstinadamente en la postura del “yo tengo razón”
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2 comentarios en “Por Qué No Nos Entendemos”
En casi todos los puntos claves me siento identificada.
Hay que trabajar la empatía y la asertividad.
Muchas gracias!
La empatía nos acerca y la asertividad nos permite defender nuestras ideas y sentimientos sin pasar por encima de los de la otra persona
Como bien dices hay que “trabajarlas”, puesto que no son características innatas sino habilidades que se adquieren y se desarrollan con la práctica
Un abrazo!