Resulta muy preocupante comprobar que cada vez hay más personas formando parte de la “cultura de la antimolestia”. Me refiero a quienes no resisten prácticamente ninguna contrariedad física y/o emocional. Ante la mínima, ¡e inofensiva!, molestia se toman una pastilla. ¿Para qué andar con un ligero dolor de cabeza si tengo algo que lo hace desaparecer como si fuera magia?. Dos malas noches de sueño y corro al médico de cabecera a que me recete algo para terminar con ´este insomnio´. Y cada vez más ocurre esto mismo con las emociones. Cada vez hay menor tolerancia a las emociones desagradables y cada vez resulta más fácil anestesiarlas.
Si nos acostumbramos a recurrir a los fármacos en cuanto notamos una pequeña incomodidad poco a poco perdemos la capacidad de escuchar e interpretar las señales que nos manda nuestro cuerpo. Vamos perdiendo la capacidad de tolerar cierto nivel de malestar y esto repercute negativamente en nuestra vida, pues las sensaciones físicas y las emociones, aunque sean desagradables, cumplen una función y son necesarias.
Hay reacciones emocionales que son pasajeras y que es absolutamente normal sentirlas (tristeza al perder a un ser querido, estrés ante un posible cambio de trabajo, soledad al terminar una relación sentimental, preocupación e inseguridad al tener que tomar una decisión importante…). Tratar de evitarlas a toda costa como si estuviera mal sentirlas es lo que es insano. Hay que saber dar el espacio adecuado, ni más ni menos, a las emociones desagradables.
No estoy en contra de la farmacología. Lo que rechazo rotundamente es la afirmación que una parte del sector médico hace todavía en la que proclama la (supuesta) superioridad de los tratamientos farmacológicos en determinadas patologías, como por ejemplo en el caso de la ansiedad y la depresión.
Considero que tratar de desmedicalizar estas patologías y reivindicar la efectividad de las terapias psicológicas no implica excluir el tratamiento farmacológico, sino incluirlo para utilizarlo en el momento y con las condiciones que más pueden beneficiar a la persona. He tenido la suerte de trabajar con médicos y psiquiatras que han tenido claro que la salud mental depende de muchos factores y que no se han sentido amenazados al plantearse que la medicación no es lo único que pueden ofrecer a sus pacientes y que eso no les hace menos profesionales.
Sin embargo, y a pesar de que la evidencia científica recomienda el tratamiento psicológico frente al farmacológico en ciertas patologías, como en la ansiedad y en la depresión leve y moderada, también muchas veces son las personas que las padecen quienes se resisten a que no se les prescriba una pastilla, pues ellas también han crecido en esta cultura del fármaco, que promulga una superioridad del medicamento sobre la psicoterapia que la investigación desmiente.
En todo tratamiento, psicológico o farmacológico, hay que buscar sobre todas las cosas mejorar la calidad de vida de la persona, y resulta absolutamente reprochable ver cómo en demasiados casos, tras consultas de apenas unos minutos, se realizan diagnósticos que necesitarían bastante más tiempo para realizarse, y se prescriben medicamentos que necesitan un seguimiento para verificar su adecuado cumplimiento terapéutico y para controlar los posibles efectos adversos que pueden aparecer, y sin embargo este seguimiento no se lleva a cabo o no con la rigurosidad que se espera. Al prescribir ciertos fármacos, la persona tiene todo el derecho a que se la informe correcta y comprensiblemente de los posibles efectos adversos y de aquellas consecuencias que pudieran aparecer si se interrumpe bruscamente su administración, si se reducen o aumentan las dosis o si hay olvidos en las tomas.
Además, en demasiadas ocasiones la medicación cronifica los problemas (un ejemplo típico es el de hipnóticos y sedantes para dormir) o añade otros que no tendrían por qué aparecer, o por qué mantenerse, si se hubieran previsto y afrontado de forma adecuada, como la tendencia a encadenar un fármaco con otro en el que el segundo sólo tiene por objetivo evitar los síntomas secundarios del primero pero a su vez necesita de un tercero que haga lo mismo con él (me recetan un medicamento para controlar la tensión y al tomar el tratamiento empiezo a tener tos, me recetan un antitusivo que me provoca estreñimiento por lo que finalmente me mandan también un laxante. Termino tomando tres medicamentos en lugar de uno cuando quizás se podría haber solucionado cambiado el primero).
Creo que la farmacología es muy beneficiosa pero no para contemplarla como primera opción en todos los casos ni como única alternativa que descarta automáticamente otras posibilidades.
Algunas aclaraciones sobre la psicoterapia:
- En psicología el diagnóstico se hace en base al conocimiento de las patologías y el comportamiento humano, y es el uso de la metodología científica lo que da mayor rigor y crédito a la práctica profesional
- El éxito de la psicoterapia depende tanto de las características de la persona que la recibe (motivación para el cambio, sinceridad…) como del/a psicoterapeuta (formación, asertividad, habilidades para conducir la terapia, confiabilidad…) y de la terapia en si (individual, grupal, cognitivo conductual, breve…)
- Uno de los factores que más determinan el cambio es la creación de una buena relación entre psicólogo/a y cliente/a, construir una fuerte alianza terapéutica
- Es necesaria una formación específica, cualquiera no puede dar indicaciones o realizar tratamientos psicológicos (¡¡mucho cuidado con el riesgo que suponen aquellas personas que se creen capaces de emplear técnicas y realizar procedimientos psicológicos son contar con ninguna preparación!!)
Pistas
- Para el título de esta entrada me he fijado en un artículo que publicó la OCU en 2012. En él se explica, entre otras cosas, que 10 millones de españoles/as tienen un problema de salud mental y se pide que ni los pacientes pidan fármacos para todo ni los médicos los receten por sistema sin tener en cuenta otras opciones, como la psicoterapia.
Idea Clave
La Psicoterapia ayuda a entender por qué la persona se encuentra así y favorece el desarrollo de recursos y estrategias para enfrentar sus dificultades, no sólo en el momento presente sino en el futuro. Esto no es incompatible con tomar fármacos, pero no en todos los casos y no siempre como principal opción.
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2 comentarios en “Menos Fármacos y Más Psicoterapia”
Me ha encantado este post. Pone de manifiesto una situación real que nos situa muy lejos de un enfoque correcto de determinadas patologías. En mi opinión, debe cambiarse esa visión centrada en el plano físico de determinados síntomas, para abordar en primera instancia el psicológico. Pero claro, esto no está al alcance de muchos profesionales médicos que, entre otras cosas, no se caracterizan por su empatía con el/la paciente. Gracias por exponer las cosas de una forma tan clara y tan objetiva. Un saludo
Saludos cordiales Marta:
Es cierto, con demasiada medicación ya no sabremos diferenciar que acontece en nuestra mente con respecto a las emociones y sentimientos, pero afortunadamente existen profesionales competentes de la salud mental como los psicólogos que utilizan técnicas eficaces según el caso particular de cada persona que requiera un tratamiento especializado.
Gracias
Angélica Canales Goycochea